Adolescencia II

HUYENDO DE ESTEREOTIPOS

La adolescencia es un período de intenso desarrollo, no solo físico, sino también moral e intelectual; por ello es comprensible que sea una etapa tumultuosa y confusa para muchas familias.

A pesar de las connotaciones negativas que, en general, tiene la adolescencia para muchos adultos, nos sorprende comprobar que nuestro hijo, a menudo, muestra unos valores  sinceros y enérgicos, es idealista y que posee un gran interés por lo que es justo y correcto. De modo que, a pesar de que puede ser un período conflictivo entre padres e hijos, la adolescencia también es un período que nos ayuda a madurar a unos y otros, a crecer como personas y a flexibilizar posturas.


EMPATIZAR CON EL ADOLESCENTE

Empatizar es comprender las  emociones, sentimientos y comportamientos de los demás, situándose en el lugar del otro, aunque no se esté de acuerdo con su manera de pensar o de actuar.

Acercarse y entender lo que el adolescente siente y compartir con él  -evitando  sermones y adoctrinamientos- su propio punto de vista, aporta un valor incalculable a la relación entre ambos, “te escucho y te comprendo, aunque yo no piense igual que tú”.

Tan sólo recuerde cuando usted se encontraba en esta etapa, la preocupación por el acné, la incomodidad que sentía ante un pelo obstinado y caprichoso o la eterna indecisión entre una prenda de vestir u otra. Prepárese para los altibajos emocionales de su hijo ante éstas u otras cuestiones intranscendentes para usted y tan determinantes para él. Los padres que se preparan y saben qué les espera pueden afrontarlo mejor.

Practique la empatía con su hijo. Ayúdele a entender que para usted es comprensible que esté un poco preocupado o cohibido, excitado o confuso y que también a veces se sienta "mayor" y otras como si todavía fuera un "niño”.

 

EL FACTOR SORPRESA

A los adolescentes les gusta sorprender, incluso, en ocasiones, hasta escandalizar a sus padres. Es preferible dejarles que lo hagan con cosas que son temporales e inofensivas. Guárdese las objeciones para las cosas que importan de verdad, como el sexo, el tabaco, las drogas, el alcohol o cambios permanentes (e irremediables) en su aspecto. No cometa el error de entrar en la dinámica de la eterna discusión, de medirse continuamente y de propiciar una lucha de poderes con su hijo; aunque no lo crea, es un juego en el que no hay vencedores ni vencidos, pero sí deja, a ambos, un poso amargo difícil de disipar y, además, tiene el efecto contrario al deseado, alejándonos de nuestro hijo.

Mantenga la calma y el control de la situación, no se olvide de que usted es el adulto. Puede invertir la situación y sorprender al adolescente, en lugar de ser sorprendido. Ante las provocaciones verbales de su hijo, ofrézcale  una respuesta diferente a la esperada por él, alejada de lo que ésta acostumbrado a recibir, aunque también válida. Con ello, rompemos las rutinas adquiridas de manera errónea y que siempre nos conducen a momentos de tensión y malestar.


AJUSTAR EXPECTATIVAS

Es probable que a un adolescente le desagraden las expectativas que sus padres tienen sobre él. De todos modos, los adolescentes suelen entender y necesitan saber que sus padres se preocupan lo suficiente por ellos como para esperar determinadas cosas como que participen en la vida familiar, saquen buenas notas, se comporten correctamente y respeten a las personas y las normas de la casa. Si los padres tienen unas expectativas apropiadas, ajustadas y coherentes,  es más probable que los adolescentes intenten cumplirlas. Si usted no tiene unas expectativas razonables sobre su hijo adolescente, es posible que él sienta que le está defraudando, que se perciba incapaz de hacer las cosas correctamente o que considere que usted no se preocupa emocionalmente por él.


RESPETAR SU INTIMIDAD

A algunos padres, comprensiblemente, les cuesta mucho respetar la intimidad de su hijo. Sienten que todo cuanto hacen sus hijos es asunto suyo. Pero, para ayudar a su hijo a convertirse en un adulto joven, deberá respetar su intimidad. Si usted detecta señales de alarma de que su hijo podría tener problemas, entonces no tendrá más remedio que invadir su intimidad hasta llegar al fondo del problema. Pero, en caso contrario, deberá mantenerse al margen.

En otras palabras, el dormitorio de un adolescente, sus libros, sus correos electrónicos y sus llamadas telefónicas deben ser algo completamente privado. Tampoco debe esperar que su hijo comparta con usted todas sus ideas o actividades. Está claro que, por estrictos motivos de seguridad, usted siempre debe saber dónde está, qué está haciendo, con quién está y cuándo volverá su hijo, pero no necesita conocer todos los detalles. Y, por descontado, no espere que le pida que le acompañe!

Empiece por la confianza. Deje que su hijo sepa que usted confía en él. Pero, si se rompe la confianza, su hijo deberá disfrutar de menos libertades hasta que la recupere.

Aún así, interésese por lo que ve y lee su hijo: programas de televisión, revistas, libros, Internet; los chicos pueden acceder a un montón de información. Esté al tanto de lo que ve y lee su hijo. No tema fijarle límites sobre la cantidad de tiempo que puede pasar delante del televisor u ordenador. Sepa qué aprende su hijo de los medios de comunicación y con quién se comunica a través de Internet.

Cuando están a solas, los adolescentes no deben tener un acceso ilimitado a la televisión o a Internet; ambas deberían ser actividades de carácter público. El acceso a la tecnología también se debería restringir a partir de determinada hora (por ejemplo las 10 de la noche) para favorecer una cantidad adecuada de horas de sueño. Es razonable prohibir el uso del teléfono móvil y el ordenador a partir de determinada hora.


ESTABLECER NORMAS APROPIADAS

Las normas que se establecen en un grupo familiar son distintas de las de otro. Cada familia posee unas prioridades y valores que le son particulares y características, respetadas y consideradas por todos los miembros que la componen. Muchas de estas normas traspasan fronteras y culturas y son consideradas casi por igual en una u otra familia.

Piense, por ejemplo, en la hora a la que su hijo adolescente debe acostarse. Ésta ha de ser la adecuada para su edad. Los adolescentes todavía necesitan dormir de 8 a 9 horas por la noche. Recompense a su hijo por ser una persona digna de confianza si respeta la hora establecida de irse a dormir. En tal caso, desplácela media hora más. Es importante que su hijo pase una cantidad de tiempo razonable con la familia y éste puede ser un buen momento, pero no se sienta ofendido cuando él no quiera compartir tanto tiempo con usted como antes.

La organización de su espacio, el aseo y la colaboración en casa también han de formar parte de esta normativa familiar, en la que todos han de comprometerse. El nivel de exigencia de su cumplimiento, depende igualmente de cada familia.

Han de valorarse las iniciativas, los esfuerzos y actuaciones del adolescente por favorecer la convivencia familiar, que, en numerosas ocasiones,  suelen pasarnos desapercibidas por ser consideradas “normales”.

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